La fe no niega una realidad

Los genuinos hijos de Dios deben estar muy atentos en el caminar diario para no confundirse con las veleidades que el mundo ofrece, pues el diablo y Satanás (Apocalipsis 12:9) presenta escenarios llenos de oropel, fantasiosos, engañosos que llevan a la destrucción de las almas en esta Tierra, y en el infierno mismo por el pecado, cuyo envoltorio es “atractivo” en múltiples formas; llámese adulterio (canita al aire), mentira (coloreada o blanca) o disminuida (pequeñita), fornicación (prueba de amor).

La desobediencia a las claras instrucciones del Señor causó la muerte del profeta, quien en el camino se confundió, tomó la senda equivocada y murió, según se relata en el primer Libro de Reyes 13. Varón de Dios que de Judá llegó a Bet-el, cuyo rey Jeroboam se hallaba junto al altar para quemar incienso, tenía señal de parte de Jehová de que el altar se quebraría, y la ceniza de sobre él se derramaría. Este rey al oír la palabra del siervo ordenó: ¡Prendedle!, y su mano se secó, por lo que rogó al varón que orara para que Dios restaurara su mano. Como gratitud le invitó a su casa, quien no aceptó, pues Jehová le había ordenado: “No comas pan, ni bebas agua, ni regreses por el camino que fueres”. Regresó por otro camino, y no volvió, no por el que había accedido a Bet-el.

Habitaba allí también un profeta viejo que escuchó de su hijo esos hechos, y fue tras el primero. Le encontró debajo de una encina (árbol de tronco fuerte y grueso, copa grande, redonda y apretada que brinda sombra a los que debajo se amparan), le invitó también a su casa, y repitió las palabras antedichas; sin embargo, éste le mintió de haber recibido palabra de Jehová y llevarle a casa a que comiese pan y bebiese agua. Al estar en la mesa vino al profeta viejo palabra para el rebelde al mandato de Dios por no haber guardado el mandamiento prescrito. Ensilló el asno para el varón de Dios venido de Judá, más en el camino se topó con un león, y le mató.

El Señor le había dado órdenes estrictas de no comer o beber nada en tanto estuviera en su misión. Falleció por escuchar a un hombre que argumentaba tener mensaje de Dios en lugar de escuchar al Santo mismo.

En ese caminar hay realidades en nuestro entorno, y podemos argumentar que nuestra fe es sólida, incambiable. Pero la fe no es por la fe, es una fe racional, puedo tener fe, mis allegados pueden tener fe, mi esposa, mis hijos, mis hermanos pueden tener fe y con ella intentamos mover e impulsar un negocio, sin embargo, se necesitan recursos humanos calificados, capital para el emprendimiento, alquiler o compra de una oficina; es decir, hay una realidad que, por más que digamos tener fe, no es solo asunto de decirla, invocarla, también de accionarla, de actuar junto a ella.

Es indispensable estar atento a todo lo que el Señor desea hablar. Puede utilizar un niño (1 Samuel 3:4-9), un animal (un asna. Números 22: 28,30), a cierta persona, a quien el Señor quiera utilizar. Lo importante es ver los síntomas, detectarlos, porque la suma de éstos ayudará a determinar que es lo que ocurre y emitir un diagnóstico certero. Eso sí, síntomas bien analizados, observados, reales no imaginarios. 

La fe genuina proviene de Dios. Hay fe carnal y hay fe espiritual. La fe espiritual es la que el Señor pone en el hombre, da resultados; la otra, en ocasiones es solo emoción, solo palabras.

Enseñanzas:

  • Estar atentos en nuestro diario andar, a no prestar atención a “otros”, a fiarse del Señor y de las Sagradas Escrituras. Un día a la vez.
  • Los componentes de la fe son aquellos que alcanzan una fe sólida, una fe firme, una fe racional, una fe en la cual haya sabiduría, una fe en la cual haya resultados. No solamente sueños, resultados. De consiguiente, la fe que tenga, que hay en mí, en nosotros, no puede negar una realidad.
  • Tengo fe ante una enfermedad, una lesión, una afectación a la salud, y oro y oro y oro para ser sanado, para recibir cura, empero esa fe tampoco puede negar una realidad al diagnóstico del médico especialista que mi dolor es causado por tal lesión, que necesita cirugía, por ejemplo.
  • El Señor actuará con base no solo a la fe, pondrá ante nosotros la realidad que puede curarme a través del médico terrenal. Ligar a la oración la acción, a la manera de Nehemías 2:18 (Versión NVI). Un agregado adicional: no consiste tan solo en decir tengo fe. Jesús, mira la fe. Así se relata en Marcos 2:5.
  • El diagnóstico de que hablamos no es el diagnóstico por el diagnóstico. Hay que conjugarlos, analizarlos, observarlos para arribar a uno certero. Al igual que la fe no es por la fe. Por ejemplo, alguien tiene diabetes, ora, ora y sigue orando. Tiene fe que Dios le sanará. Pero ¿qué ocurre si continúa alimentándose mal? Sigue dependiendo de productos con azúcar, de las gaseosas que tanto dañan causan. No se curará. Puede quedar ciego, algún miembro de su cuerpo sufrirá amputación. Se quejará, sin duda, al Señor argumentará y argumentará de “tener fe”.   
  • De allí parten los reclamos a Dios: pero Señor, yo tenía fe, pero Señor, yo creía en ti, pero Señor yo te creí. En verdad puedo tener fe agradable al Anhelado, la pregunta es: ¿Cuánto hemos alcanzado de lo planificado, de lo soñado a base de esa fe? Debo hacer mi parte, actuar a más de orar, colaborar con Dios (1 Corintios 3:9). Entonces no solamente es la fe por la fe.
  • Es una fe racional, es una fe guiada por la sabiduría de Dios. Proviene de Él (Gálatas 2:16, 20; Filipenses 3:9) por citar estos breves pasajes. No nuestra. Racionalmente el hombre debe alejar de sí, inteligentemente todo lo que le causa daño. No es, por tanto, asunto solo de fe; tal el caso de asistir al culto dominical. Tiene que ser un culto racional (Romanos 12:1); tampoco acudir y alabar y cantar, es la adoración de espíritu a Espíritu, no de carne a Espíritu. Puedo acudir al templo y quiero comunicarme con el Hacedor, pero estoy en mi carne, en mis emociones, en mis afanes, en mis pensamientos y no logro escuchar su voz, aunque vaya con fe. (consultar Juan 4:21-24)