Jehová es el Todopoderoso, porque no hay cosa que a Él le resulte difícil o imposible. Si hay necesidad de ministrar, el es Jehová el Bendecidor. Por tanto, Jehová significa también el Bendecidor, y, Bendecidor, el Bienhechor, el que obra en favor de un necesitado. “Bueno eres tú, y bienhechor” (Salmo 119: 68), en contraste con los terrenales: “Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tiene autoridad son llamados bienhechores” (Lucas 22:25)
En el Antiguo y en el Nuevo Testamento encontramos múltiples citas en que el Bendecidor celestial bendice y bendice a su pueblo: “Y Dios los bendijo, diciendo: Fructificad y multiplicaos, y llenad las aguas en los mares, y multiplíquense las aves en los cielos” (Génesis 1:22, 28). “Y bendijo Dios al día séptimo…” (2:1) “Varón y hembra los creó; y los bendijo…” (5:2); “Bendijo Dios a Noé y a sus hijos…” (9:1); “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré… Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren…” (12:2-3); “Y la bendeciré -a Sarai-, y también te daré de ella hijo; si, la bendeciré… Y en cuanto a Ismael, también te he oído; he aquí que le bendeciré…”” (17:16, 20); “De cierto te bendeciré …” por cuanto no rehusó entregar en sacrificio a Isaac. “Era Abraham ya viejo, y bien avanzado en años; y Jehová había bendecido a Abraham en todo… Y Jehová ha bendecido mucho a mi amo… -dijo Eliezer criado de Abraham- (24:1,35).
Esas bendiciones continuaron con Isaac a la muerte de su padre Abraham (Génesis 25:11; 26:3, 12, 24; 28:3), prosiguieron con Jacob (30:27; 32:26, 29; 35:9; 48:3, 16; 49:25), con José, con Moisés (Éxodo 20:24), y con otros siervos del Altísimo. No solo las bendiciones recayeron sobre ellos, también favorecieron a otros como a Labán a causa de Jacob (Génesis 30:27) o a Potifar, el egipcio a causa de José (39:5).
En el Nuevo Testamento: “Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos…” (Mateo 26:26). “Entonces tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo y partió los panes…” (Marcos 6:41). “Tenían también unos pocos pececillos; y los bendijo, y mandó…” (8:7); en la bendición a los niños: “Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía” (10:16); en la Cena del Señor: “Y mientras comían, Jesús tomó pan y bendijo, y lo partió y les dio …” (14:22); “y tomando los cinco panes y los dos pescados, levantando los ojos al cielo, los bendijo, y los partió…”. Camino a Emaús: “Y aconteció que, estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, y lo partió, y les dio” (Lucas 24:30); en su ascensión: “Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos los bendijo. Y aconteció que, bendiciéndoles, se separó de ellos…” (24:50-51); bendiciones de Cristo: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual …” (Efesios 1:3). Por último, en Hebreos 6:13-14. “Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia…”.
El Señor omnipotente, es el gran Bendecidor o el Bienhechor santo. Así lo registra la Biblia en su diferente canon escritural.
Al tenor de la cita del Salmo 119:68, a este amoroso Dios se le reconoce como el Bienhechor, a más de ser bueno. Esta palabra proviene del hebrero “tajór”, puro, fino, limpio. De “tajér”, limpio, brillante, claro, no adulterado, incontaminado, en contrapartida de los bienhechores terrenos, como en Lucas 22:25. En verdad, el único, puro, limpio y único Bienhechor es el Señor. No hay otro como Él. Los segundos abundan en este Planeta que se visten de “bienhechores”.
Enseñanzas:
- En el título de esta enseñanza aparece un consejo: Buscar al Bendecidor, al Bienhechor, en primer término; luego, sus bendiciones. Las abundantes menciones anteriores encuentran su soporte bíblico en Mateo 6:33: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Sin equívoco alguno, lo que el Señor Jesucristo mandó, antes que nada, a buscar el reino de Dios, después, como accesorio, los agregados.
- En el pueblo de Dios nos hemos acostumbrado a buscar primeramente las añadiduras, después, el reino. Se invierte tiempo en esa línea de búsqueda y no encontramos lo que anhelamos.
- El Señor es un Dios de orden. Si Él dice que lo primero es indagar, averiguar, hacer lo necesario para hallar a alguien o algo, así debemos proceder. En el texto es el reino y su justicia. Las añadiduras vendrán posteriormente.
- En esa línea de análisis, primeramente, es buscar al Bendecidor, al Bienhechor, después, las bendiciones. El Señor y Dios tiene sobreabundantes bendiciones para sus hijos, para su pueblo como lo hemos registrado. Su deseo es bendecir y bendecir siempre que a Él acudamos en primer orden. Las bendiciones correrán seguidamente.
- Su pueblo busca las bendiciones, dice: “Señor, bendíceme”, desconoce que vive existencialmente en la presencia de Dios, amándole y obedeciéndole, goza ya de la bendición o provisión divina como en Deuteronomio 28:3-6; Salmo 72:13 y siguientes.
- Es verdad que en tiempos bíblicos el patriarca invocaba proféticamente la bendición divina y la transmitía a sus hijos (Génesis 27:4 ss.; 48:9 ss.), aunque al bendecir el hombre a Dios, era expresión de gratitud y de adoración (Salmo 67:100,103). Sin embargo, con el andar de los tiempos, la bendición llegó a constituir parte del culto. Se usaba como saludo (2 Samuel 6:18; Salmo 118:26), y en otras manifestaciones más -despedida, imposición de manos, por el beso-
- En el culto cristiano la bendición ha tomado formas rituales (Números 6:24-26; Romanos 15:13; 2 Corintios 13:14; Hebreos 13:20 s; Judas 24 s). Es el pacto de bendición hecho con Abraham (Génesis 12:1-3) que se cumple en Cristo (Hechos 3:25; Gálatas 3:14; Efesios 1:3; 1 Pedro 3:9). Por ello, la vida toda del nuevo pueblo de Dios es una herencia de bendición, y un esfuerzo continuo por bendecir (Mateo 5:44; Romanos 12:14; 1 Pedro 3:9).
- Al preguntarme si digo: “Bendíceme, Señor”, no lo hago. Es muy impositivo, doy una orden a Dios. ¿Quién soy yo? He aprendido en sus Escrituras Sagradas lo que David al ponerse delante de Él, expresó: “Ten ahora a bien bendecir la casa de tu siervo, para que permanezca perpetuamente delante de ti, porque tú, Jehová Dios, lo has dicho, y con tu bendición será bendita la casa de tu siervo para siempre”; esto es, “si tienes a bien bendecir mi casa …” “¿Está en tu voluntad? Dejo a consideración del Dios glorioso si a Él le parece bendecirla o no, bendecirme también. Claro que anhela bendecirnos.
