Del inicio depende el final

Usted escucha, yo escucho: “Lo que mal comienza, mal termina”, “lo que mal empieza, mal acaba”, o “quien mal anda, mal acaba”. Son dichos populares asentados en nuestro vivir. Refrán de uso común, es decir, si mis inicios son de una vida disipada, desordenada, me espera un desastroso final a menos que corrija el rumbo, lo enderece oportunamente. 

Determinada persona se inicia en el consumo mínimo de drogas, estupefacientes, alcohol, prostitución, ratería y desemboca en un cuadro más agudo o grave cuyos resultados son la cárcel, deterioro severo de la salud a niveles alarmantes, la muerte misma. Si bien puede calzar en el argot del pueblo no así en la esfera espiritual. Si deseo emprender un negocio, debo planificar: clase, ámbito de gestión, buscar recursos no solo dinerarios, también humanos, contar con el o los locales en que debo instalarlo, analizar si me asocio o no con otras personas, líneas de financiamiento, de negociación a fin de que su comienzo sea ideal. Sin embargo, ese comienzo puede ser expedito, pero si no cuido esmerada, sabia e inteligentemente, el final puede ser lamentable, catastrófico.

El inicio de construcción destinada a vivienda debe contar con muy buenas excavaciones, columnas, cimientos, bases estructurales excelentes, en lo posible, antisísmicas. La culminación de aquélla será, igualmente, notable. Mas si acaece lo contrario, el final será desastroso. Se derrumbará, caerá, con daños no únicamente materiales sino con afectación a las vidas que allí habiten: lesiones, muerte.

Las Sagradas Escrituras en Génesis, Capítulo 10 alude a las generaciones de los hijos de Noé, uno de ellos, de nombre Cam, quien, a su vez, engendró a Cus y éste a Nimrod, “quien llegó a ser el primer poderoso en la tierra. Este fue vigoroso cazador delante de Jehová… y fue el comienzo de su reino Babel…” (v. 8-10). En hebrero Babel, “puerta del cielo”, una de las principales ciudades fundadas por este personaje en la tierra de Sinar (Sumer). En el capítulo 11:1-11 aparece la historia de la construcción de la ciudad y su torre elevada con explicación de la etimología de su nombre basada en la raíz hebrea similar a “balal”, como “confusión” o “mezcla”, “trastorno”. Babel, en consecuencia, llegó a ser sinónimo de la confusión provocada por las diferencias idiomáticas parte del castigo divino por el orgullo humano con el que la edificaron.

Comenzó mal su construcción y terminó también mal esa “locura”. No hay final si tampoco existe un inicio, un comienzo. La historia de cierto país, ciudad, persona comienza con su génesis. Igual con algún cuento.

En cuanto al final, veamos otro relato contenido en 2 Samuel 1, 2. A la muerte del rey Saúl, David es ungido por rey sobre la casa de Judá; empero, Abner hijo de Ner, general del ejército de Saúl, tomó a Is-Boset hijo de éste, lo hizo rey sobre todo Israel, con cuarenta años de edad, aunque reinó solo dos. Únicamente los de la casa de Judá siguieron a David, quien reinó en Hebrón siete años y medio, en tanto, Joab y los siervos de David salieron y los encontraron en el estanque de Gabaón y entraron en reñida batalla, y Abner y los hombres de Israel fueron vencidos por los siervos de David. Asael, hijo de Sarvia -al igual que Joab y Abisai- persiguió a Abner, a quien pidió se apartase de él, no queriendo irse lo hirió con el regatón (pieza de metal que protege la parte inferior de lanzas y bastones) de la lanza hasta matarlo. 

Muerto Asael, sus hermanos Joab y Abisai siguieron a Abner, quien en el capítulo 2:26, dijo a Joab: “¿Consumirá la espada perpetuamente? ¿No sabes tú que el final será amargura? ¿Hasta cuándo no dirás al pueblo que se vuelva de perseguir a sus hermanos? En verdad, el comienzo fue malo, el final igual. Joab mató a Abner en venganza de su hermano Asael en la puerta de Hebrón (2 Samuel 3:27)

Enseñanzas:

  • Emprender en cierta profesión, negocio, actividad e iniciar con buenos fundamentos y soportes lleva a un final próspero si lo ejecutamos con sabiduría, inteligencia, entendimiento, decoro. Si flaquean estos pasos y otros más, el desenlace puede ser trágico.
  • En el inicio de esas tareas hay mucha enseñanza y aprendizaje porque depende del inicio, el final como hemos compartido en líneas precedentes. Los buenos comienzos llevan a buen final, los malos, a términos malos.
  • Quien comienza sus estudios en algún ramo profesional, se prepara y prepara, toma una asignatura, luego otra. Al culminar con esas materias necesarias estará listo para emprender, no para llegar a la meta. Sus conocimientos teóricos deberán ligarse a la práctica. Esta es constante, permanente. En el ejercicio, en el estudio, en los errores, aprenderá más y más hasta minimizarlos.
  • En la esfera cristiana, iniciar una vida junto al Señor Jesucristo nos asegura un desenlace feliz siempre que caminemos en obediencia y lealtad a Él, caso contrario, todo saldrá mal. Iniciamos con Él, junto a Él, terminaremos con Él, adheridos a Él. Jesús señaló en Apocalipsis 1:8 y 22:13, “Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, el que es y que era y que ha de venir, el todopoderoso”. Él es el principio y el fin, el primero y el último.
  • Dios es un Padre bueno, muy bueno. Buenos inicios, buenas metas, buenos finales. En Jeremías 29:11 esta porción: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”. Conocer a Dios es saber y entender que Él honra siempre su Palabra, aun por encima de su nombre. Conoce el futuro y sus planes para nosotros son buenos desde el comienzo hasta el final y están llenos de esperanza.
  • Mientras el amantísimo Señor nos proporcione su agenda y permanezca junto a nosotros y nosotros adheridos a Él en amor, sumisión y alabanza permanente tendremos esperanza permanente e ilimitada. Ese caminar no implica que no tendremos sufrimiento, dolor, aflicciones, problemas, sino que nos ayudará a llegar al final glorioso. Si empezamos bien con Él, su final será maravilloso, exitoso.
  • No podemos descuidar lo que el dulce y cariñoso Señor enseñó: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. Juan 16:33. Aflicción, amargura, desconsuelo, desazón, tristeza, congoja.