Elí, el sacerdote, alimentaba solo su carne

Elí (“alto”, “elevado”) sacerdote y juez en la ciudad de Silo de la “casa de Jehová” (1 Samuel 1:3,7,9). Su historia aparece en 1 Samuel 1-4. Dicha “casa” debe haber sido el santuario intertribal comprendido por el tabernáculo (Josué 18:1; Jueces 18:31) con algunas estructuras adicionales. Allí se encontraba el arca (1 Samuel 4:3). Samuel fue consagrado al servicio del Señor por su piadosa madre Ana, y asistía al tabernáculo bajo Elí.

Se desconoce su genealogía, aunque al comparar 1 Reyes 2:27 con 1 Crónicas 24:3, se infiere que su hijo Fines y el propio Elí, descendían de Itamar, hijo menor de Aarón; tampoco hay información de la forma en que el sacerdocio pasó de la línea de Eleazar (1 Crónicas 6:4-15). Con base a 1 Samuel 14:3 y 22: 9 ss., parecería que sus descendientes continuaron en el ejercicio del sacerdocio por un tiempo en Nob.

Sus dos hijos -Ofni y Finees, “hijos de Belial”- eran sacerdotes perversos sin conocimiento de Dios (1 S 2:12), ayudaban a su padre, pero interferían en las ofrendas de la gente del pueblo, y pecaban en gran manera ante el pueblo. Tomaban en poco los sacrificios (vv. 13-17, 28-29) y fornicaban con las feligresas (v. 22). Como resultado de esta conducta escandalosa, insuficientemente reprendida por su padre, un hombre de Dios concurrió a pronunciar juicio contra ellos y sus descendientes (2:27-36), confirmado por revelación al niño Samuel (3:11-14), parcialmente cumplida con la muerte de los dos pecadores (4:11) y la despiadada matanza de los sacerdotes de Nob (22:9-20). Elí habló con sus hijos acerca de las malas acciones que cometían, aunque no con la firmeza y energía para impedir la deshonra al Señor (2:23-25). La responsabilidad de mantener al pueblo de Dios ante Él residía en la casa sacerdotal. 

Eh ahí lo enorme del pecado de los jóvenes y la gran responsabilidad de Elí por su negligente proceder. Un hombre de Dios acudió ante el sacerdote y le expuso que su honra no era a Dios sino a sus hijos, detallándole algunos de los juicios que se abatirían sobre su casa, y que sus dos pervertidos vástagos morirían el mismo día (2:27,34).

La permisión de Elí con sus vástagos a que siguieran en sus pecados fue advertida por Samuel, quien le recordó los juicios que el hombre de Dios le había prevenido, debido a que esos contumaces y rebeldes hijos “han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado o impedido (3:13). Su piadoso sometimiento al Señor le llevó a decir: “Jehová es; haga lo que bien le pareciere”, empero, prosiguió sin corregir de raíz el mal propiciado por su estirpe (3:18). Fue la ruina total para el anciano sacerdote. Si bien trató de mantener el honor de Dios, temblaba de temor al saber que el arca fuese llevada al campo de batalla, que terminó en desastre por su captura por los filisteos y la muerte de sus dos hijos (4:10-11).

Icabod” es el nombre que marca el estado de Israel debido al pecado de Elí: “Traspasada es la gloria de Israel”. Al oír estas tristes noticias, por el excesivo alimento ofrecido a su carne cayó hacia atrás de la silla en que estaba sentado y murió desnucado (18).

Interrumpido el linaje sacerdotal de Elí por revelación del Señor a Samuel (2: 27-36), levantaría otro que lo reemplazara (3:11-14). Esta profecía se cumplió con el deceso de los hijos del anciano servidor. Abiatar escapó y compartió el sacerdocio con Sadoc bajo el reinado de David (2 Samuel 19:11), y lo echó del sacerdocio Salomón en cumplimiento de la palabra del Señor con respecto a la casa de Elí en Silo (1 Reyes 2:27).

Elí había juzgado a Israel cuarenta años (1 S 4:18), testimonio del servicio a su pueblo, encargo empañado por el pecaminoso sacrilegio de sus pervertidos hijos y por no haberlos despedido del sagrado cargo que ostentaban.

Enseñanzas:

  • En el Texto Santo ubicamos dos fragmentos para apuntalar la práctica del sacerdote Elí en su persistencia por alimentar su carne. En 2:29, el Dios sempiterno pregunta: ¿Por qué habéis hollado mis sacrificios y mis ofrendas que yo mandé ofrecer en el tabernáculo; y has honrado a tus hijos más que a mí, ¿engordándoos de lo principal de todas las ofrendas de mi pueblo Israel? Los sacrificios que ofrecía el pueblo del Señor fueron pisoteados, despreciados por el siervo y sus dos malvados hijos. Los tres, dedicados a la glotonería, cada uno a engordar su carne en mayor o menor proporción de la habitual.
  • La segunda cita en 4:18. “Y aconteció que cuando él -aquel hombre- hizo mención del arca de Dios, Elí cayó hacia atrás de la silla al lado de la puerta, y se desnucó y murió; porque era hombre viejo y pesado…”, demasiado gordo. Hubo abuso del poder y de las ofrendas llevándolos a perder el derecho a usarlos. Derroche abusivo de la generosidad del pueblo de Israel al entregarlos al tabernáculo del Señor. A pesar de todo lo registrado en estas citas, Dios prometió misericordia a Israel. “Y yo me suscitaré un sacerdote fiel, que haga conforme a mi corazón y a mi alma; y yo le edificaré casa firme, y andará delante de mi ungido todos los días”. Grandioso, glorioso. 
  • Lo anterior se cumplió en Sadoc de la familia de Eleazar en reemplazo de Abiatar a inicios del reinado de Salomón, quien fue fiel a su cargo. He de decir que la obra del Señor jamás se derrumba por ausencia de manos que la sostengan. Cumplimiento pleno y definitivo en el sacerdocio de Jesucristo. 
  • Advierte la Biblia en Gálatas 6:8-10, lo siguiente: “Porque el que siembra para la carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”. Es una ley de la vida aplicable tanto en el área espiritual como en la física al cosechar lo que se siembra. Vale decir, no se siembra patatas para cosechar peras. Si plantamos para nuestros deseos segaremos maldad, dolor, lamentos. Plantar para agradar al buen Dios cosecharemos gozo y vida eterna. Depende de la semilla que tengamos.
  • El libro de Romanos 8:1 ss., refiere lo que es vivir conforme al Espírito y no acorde a la carne. Detalla: pensar en las cosas de la carne (v. 5), ocuparse de la carne que desemboca en muerte (v. 6), los designios de la carne es enemistad contra Dios (v. 7), vivir según la carne no agrada a Dios (v. 8), no ser deudores a la carne para vivir según la carne (v. 12), y, versículo 13. “Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis”; esto es, dar muerte al poder del pecado en nuestro cuerpo (6:11; Gálatas 5:24, Ref. 19-21). Muertos al pecado, rechazo a la tentación.
  • La contraposición o antítesis como en toda la Epístola dirigida a los gálatas es entre “carne” y” espíritu”, entre la “vieja naturaleza” y “la nueva naturaleza” del creyente. Es verdad que el apóstol Pablo habla de la “primera carne”, aunque no dice “del propio espíritu” por cuanto la carne es nuestra; en tanto, el espíritu es la nueva naturaleza nacida en cada uno por gestión divina, regalo inmerecido de la gracia de Dios. En otras palabras, la carne corrupta genera corrupción, el espíritu regenerado otorga, concede vida eterna.
  • “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (v. 9), fundamentado en el principio del fragmento 8. El desafío está planteado. Pablo con relación a los gálatas, también a nosotros invita a proseguir haciendo lo bueno y a confiar en el Señor los resultados. A su tiempo segaremos las bendiciones, pues, resulta desalentador continuar haciendo el bien y no recibir palabra alguna de gratitud o contemplar resultados palpables. 
  • Se puede comenzar bien, pero no se persiste en la tarea, error cometido por los fieles de Galacia como lo apunta el apóstol en 5:7. “Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad? En condenación a los maestros falsos que estorbaban la difusión de la verdad, persuadiendo (v. 8), y perturbando (vv. 10,12) a los gálatas. Antes de que los judaizantes (nombre dado a los judíos convertidos al evangelio que anhelaban imponer a los creyentes gentiles la circuncisión, la fidelidad a la ley y otras prácticas judías como medio de salvación. Cf. Hechos 15: 5) se los impidiera, el autor de esta epístola describía la vida como una carrera (p. ej.: 2:2; Filipenses 2:16).
  • Es, en suma, una exhortación colocada adecuadamente en el contexto de la siembra; no obstante, la cosecha dependerá de la semilla plantada. Es aplicable también para nuestras vidas. ¿Qué alimentos procuramos hoy a nuestras vidas?  No procedamos como Elí en satisfacer solo el vientre, la glotonería, la carne. Su entendimiento no estaba activo. El obeso, salvo por alguna situación física o anomalía no ha muerto a su carne, y Dios jamás habitará en donde está la gula, el desorden alimenticio porque ahí no hay espíritu de amor, de poder, de dominio propio.   
  • El verdadero hijo de Dios, también lo demuestra en su aspecto físico, en el templo en el que reside su Santo Espíritu, reflejo fiel de lo que le entregamos a más de la voluntad, al tiempo de dedicación, a alimentar el alma y el espíritu.