En el Texto Santo, en Mateo 5:9, el Señor Jesús, dijo: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.
Bienaventurados, makarios, de la raíz mak, e indica algo grande o de larga duración. Adjetivo que denota felicidad, alguien muy bendecido, digno de ser congratulado. Palabra de gracias que expresa regocijo y satisfacción especiales concedidos a la persona que experimenta la salvación. (Strong #3147)
Dios es el supremo pacificador, y sus hijos debemos seguir su ejemplo. Pacificador del griego “eirenopolós”, pacificatorio, pacífico, paz.
El Señor desarrolla las bienaventuranzas en el llamado Sermón del Monte -porque las pronunció en una colina cercana a Capernaum-. Cada una de éstas alude a cómo ser afortunado, feliz, dichoso. Para Él felicidad es esperanza, gozo, ajeno a las circunstancias del entorno, contrario al concepto terreno de la felicidad que es fugaz, temporal. Para el apóstol Santiago (3:17) la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica. Por tanto, los bienaventurados son pacíficos para con Dios, y pacíficos para con los hombres.
A estas dichas, felicidades o venturas se las puede comprender y entender como especie de código de ética para los discípulos, también como normas conductuales para los creyentes. Se establece un contrapunto entre los eternos valores del Reino con los valores mundanos, al igual que con la “fe” que la gran mayoría dice tener con la verdadera fe de Cristo, tampoco se sujetan al azar; es decir, no se puede tomar una, dos o más y dejar el resto. Son un todo, no selectivas, comprenden una unicidad. Cada una de ellas nos orienta y conduce a cómo ser afortunado, feliz, dichoso que, para Jesús, es esperanza y gozo, al margen de las circunstancias externas. La felicidad, dijimos, es efímera, transitoria, el gozo es eterno, pues proviene de Dios. Nunca se desvanece.
Me llama la atención lo que señala Matthew Henry en su “Comentario Bíblico”. Dice: “Son pacificadores: 1. Los que tienen una disposición pacífica que consiste en amar, desear y disfrutar de la paz, hasta vivir en ella como en el elemento propio. 2. Los que observan una conducta pacífica, y hacen todo lo posible por preservar la paz de forma que no se quiebre, y por reparar la que ya se ha quebrado. Promover la paz es una tarea que pocas veces es agradecida. Quienes se atreven a impedir una refriega suelen recibir golpes de ambas partes; con todo, es un servicio excelente y debemos estar dispuestos generosamente a prestarlo. 3. Dichas personas son declaradas por Cristo felices, porque: (A) Colaboran con Cristo, quien vino a este mundo a matar la enemistad y a anunciar las buenas nuevas de paz (Ef. 2:16-17). (B) Serán llamados hijos de Dios. Dios los reconocerá como hijos suyos. Pero si tal es la bendición para los que procuran la paz, “ay de aquellos que procuran la guerra”, concluye.
Enseñanzas:
- El pacificador es hombre – o mujer- dichoso (a), lleno de gozo, muy feliz porque procura la armonía, la convivencia sana a la manera del Salmo 133:1. Es como el buen óleo sobre la cabeza. David proclamó que la armonía es deliciosa y buena. No significa estar de acuerdo en todo. Habrá desacuerdos, desavenencias, desajustes; empero, nos liga uno de los propósitos centrales en la vida: colaborar con Dios (1 Corintios 3:9)
- Ellos, en palabras del Señor Jesús son tenidos por “hijos de Dios”. Hijos de Dios, según el texto bíblico de Juan 1:12 son “…todos los que le recibieron, los que creen en su nombre”, a quienes les dio potestad, poder, autoridad de ser considerados como tales.
- En verdad, el pacificador es quien busca la paz, la armonía en todo momento, aun a costa de su integridad, su vida misma, sin importar los embates que le presenten los desquiciadores de la paz.
- La dicha excelsa, la felicidad sana, auténtica de los pacificadores no arranca aplausos, risas, placer o prosperidad terrena, al contrario, críticas, desdén, marginamiento. Si gozo, esperanza a los seguidores fieles al Señor Jesús.
- Ciertamente, la disposición de los pacificadores se centra en el amor, los buenos deseos, disfrutar de la paz y vivir en ella como su propio y único elemento.
- En el corazón de un pacificador (a) son depositados los pensamientos del Señor, sus ideas, sus consejos. No estarán en los corazones de los violentos, los iracundos, en quienes buscan el mal o procuran y alimentan la guerra. Estos últimos no son “hijos de Dios” sino del padre, el diablo, a quienes les encanta hacer cosas malvadas y sucias que él ejecuta. (Juan 8:42)
- Jesús, el Señor anunció que el Reino de Dios se había acercado (4:17). La gente inquiría “que hacer para ser parte de este Reino”. La respuesta en cuanto las cosas no son como en los reinos terrenales, radicaba en ser seguidor de Cristo, igual hoy. Apartarnos de todo egocentrismo o dominio del “ego” y someter estas vidas a la dirección amorosa, tierna y cariñosa de Él. Este reino nuevo también es para los pacificadores.
- Dios anhela en su corazón puro que todos nos convirtamos en pacificadores, que establezcamos la paz en todo momento y espacio, en donde había y exista guerra y discordia no la haya. La pregunta: ¿Es mucho pedir? ¿Es algo difícil de alcanzar? ¿Estamos dispuestos? Cada uno tiene la respuesta.
