Los niños se agitan, corren, se impacientan, quieren pronto las cosas en el momento que miran sus pequeños ojos. Tironean de la ropa de su madre o de su padre, o de sus manos para que le compren al instante lo que han visto. Mientras paulatinamente crecen, meditan en lo que pedirán a sus padres. Lo piensan una y otra vez, lo hacen pausadamente, y piensan si acaso sus progenitores tendrán o no dinero, les alcanzará o no, y en qué forma les afectará si les piden aquello que anhelan.
De pequeños no les importa, no piensan porque son niños, quieren tan solo lo que han mirado. Ese aprendizaje, como se expuso en la enseñanza del 1 de estos mes y año, se aprende en el camino. En la adultez aprendemos innúmeras cosas, a no ser removidos prontamente por las emociones, a caminar pausadamente, despacio, a no agitarnos tanto, y a tomarlas sosegadamente.
De allí la afirmación en cuanto el camino es importante antes que la meta, aprender a no emocionarse con los negocios, con la compra de vehículo nuevo, y de otros objetos en razón de ir madurando en el camino lleno de riquezas, de aprendizajes y de enseñanzas que se necesitan para proclamar: Pacientemente esperé a Jehová, y él se inclinó y oyó mi clamor. Pacientemente (ref. Salmo 40).
Son los niños, los pequeños que en su impaciencia quieren ya las cosas. Pero aquel que ha dejado de tomar leche y pasa a la vianda, pacientemente espera la respuesta; pacientemente espera la confirmación de su Señor. Pacientemente.
Las sagradas Escrituras en 2 Crónicas 20:17, y Salmo 46:10, afirma: ”Estad quietos”. A un niño, difícilmente se le puede tener quieto, tranquilo.
Estar quietos para ver la obra del Señor, para contemplar Su obrar. En la impaciencia, en la intranquilidad, en la agitación no se podrá mirarla.
Enseñanzas:
- La partida, el inicio de ese camino es el anhelo, es la raíz, es la semilla que será plantada. Saber cuál es la motivación, cual es el anhelo, lo que se plantará a fin de conocer el final. Saber que traerá ese caminar, ese camino.
- El pueblo del Señor tiene que aprender a estar quieto, tranquilo, sosegado.
- Es en esa suave brisa, en ese viento suave y apacible que escucharemos Su voz. No en el grande y poderoso viento; no en el terremoto, no en el fuego. No en la agitación sino en la suavidad de su presencia cuando nuestras almas aprendan a aquietarse, al haber madurado, a dejar esas emociones carnales de querer las cosas ya, al no importarles “lo que venga”. (ref. 1 Reyes 19:11-12; Salmo 62:1; 131:2)
- Concomitante con lo dicho, la verdadera dependencia del Señor Jesús es saber esperar.
- Más valioso que un vehículo nuevo, que un negocio, o la adquisición de otras cosas, bienes que sí, el Señor quiere que poseamos, sin incurrir en el desenfreno, en la agitación, en el afán desmedido, son las enseñanzas del Maestro.
- Su palabra es más valiosa que todo el dinero que pueda producir el negocio, la empresa, la vistosidad de ese vehículo comprado “de la casa”.
- La sabiduría de Dios, su palabra, son más importantes que todo el dinero junto existente en este planeta Tierra. (ref. Salmo 12:6; 18:30; Proverbios 30:5).
- A esa palabra hay que buscarla amorosa y constantemente de todo corazón, ese tesoro, esa riqueza.
- Buscar primero el reino de Dios y su justicia para que las añadiduras vengan. Mas, nosotros hacemos lo contrario, buscamos las añadiduras e invertimos el orden del Señor y Dios. (Ver Mateo 6:33). En verdad, son más los buscadores de las añadiduras o agregados que de ese reino celestial, divino.
