Sobre este tema surgen varias preguntas:
- ¿Con qué aviva el hombre el fuego?
- ¿Cuál fuego?
- ¿Con qué aviva el hombre una llama?
- ¿Qué hace para que no se apague, y aumente?
- ¿Con qué se aviva el fuego del Espíritu Santo de Dios en nosotros?
- ¿Qué debe hacer el creyente del Señor para avivar ese fuego?
Igual, aparecerán varias respuestas:
– Adoración.
– Buscar permanentemente a Dios.
– Obedecerle.
– Agradarle.
– Estar siempre a su lado.
– Reverenciarle.
– Bendecirle todos los días.
– Escuchar su Palabra.
– Escuchar su voz.
– Estudio y meditación en las Sagradas Escrituras diariamente.
El apóstol Pablo dio un sabio consejo a su “amado hijo” Timoteo en 2 Ti. 1:6. “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos.” Esta exhortación, advertencia o aviso emanado de aquél al consiervo, se refería a lo señalado en 1 Ti. 4:14. “No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio,” referencia alusiva a los ancianos de Iconio y Listra al haber impuesto sus manos, acompañada de profecía, uno de los medios empelados por el Santo Espíritu a fin de revelar su voluntad y propósitos a sus siervos, e insiste en que ejercite ese don recibido.
En su ordenación, Timoteo había recibido dones del Espíritu de Dios para capacitarlo en el servicio a la iglesia -segunda cita- acompañado de valor y autodisciplina anclado a la verdad, y usarlos, ejercitarlos. Además, salir, como debemos hacerlo hoy valientemente en fe y proclamar las buenas nuevas cada vez, cada día, a cada momento según el Señor de los cielos nos sitúe en el escenario diseñado por Él para su honra y gloria.
Las lágrimas son una respuesta al dolor o padecimiento físico o moral que todos experimentamos en el vivir diario. El lloro es una forma de liberar el cuerpo ante excesiva tensión, sufrimiento, angustia o dolor u otros factores y, mediante las lágrimas evacuamos sustancias adversas.
Debemos entender que el lloro tiene voz ante Dios. Así está escrito en Esdras 3:13. “Y no podía distinguir el pueblo el clamor de los gritos de alegría, de la voz del lloro…” En el Salmo 6:8 “Porque Jehová ha oído la voz de mi lloro”. En Isaías 65:19. “… nunca más se oirán en ella voz de lloro”. El tema de esta breve enseñanza en cuanto las lágrimas de los santos del Señor avivan el fuego es bíblico; las almas al encontrarse unas con otras en alabanza, avivan el fuego.
Enseñanzas:
- La iniciativa para mantener vivo el fuego del alma está en manos de quien recibe fe, en este caso, Timoteo. Principio también aplicado a todos los creyentes. A ello obedece que el apóstol insista al hijo de Eunice a accionar todos los recursos espirituales que le ha entregado el Señor para el ministerio mediante las oraciones de los apóstoles y de otras personas.
- Al usar los dones que Dios nos ha dado, es indispensable perseverar en ellos, así hallaremos el poder que necesitamos en los emprendimientos impulsados por el Creador en el entendido de llevar adelante sus negocios, obras u otras acciones.
- Avivar el fuego radica primero en el alma de cada uno; luego trasladarlo al hogar, a la familia; después, llevarlo a la iglesia y a otros escenarios. No esperemos encontrar el avivamiento en la iglesia “per se” -por sí-, pues, éste radica en nosotros a través de lo anotado: alabanza, adoración, oración, estudio sostenido de la Biblia, cercanía con el Señor, ayuno, comunicación constante con el Autor y consumador de la fe.
- Cada uno de ellos y otros más son los carbones o los leños que producen el fuego, la llama para el avivamiento anhelado por Dios.
- Acaso usted (es) se pregunte (en), ¿y cómo es qué si se asiste a esas celebraciones de avivamiento en concentraciones masivas o medianas, el oficiante de la reunión dice: “lleve el avivamiento a su iglesia, ciudad o país”? ello contraría lo señalado en 2 Timoteo verso 6.
- Mientras el fuego perdure avivado, ningún enemigo se acercará a nosotros. Pone límites a los enemigos, a los adversarios. Si dejamos apagarlo, Satanás nos atacará.
- Finalmente recordar, que Dios es también fuego consumidor. Allí también habla de límites como en Deuteronomio 4:24; 9:3; Salmo 18:8; Isaías 29:6; 30:30, 33:14; Hebreos 12:29.