Hace años atrás se registró la palabra trabajólico. Coloquialmente, es una persona adicta al trabajo, por lo cual se usaría también las expresiones trabajo o labor adictos con implicaciones negativas empleadas en aquellas personas con fuerte motivación hacia determinada carrera u oficio.
Se desprende del término alcohólico o quien consume permanentemente alcohol en cantidades considerables, cuyo registro data de 1968, y generalizado en 1971 por Wayne Oates en su libro “Confesiones de un Adicto al Trabajo”, difundido ampliamente en 1990, por las relaciones de trabajo excesivo con las teorías de autoayuda, movimiento enfocado en las adicciones al trabajo como conducta socialmente dañina, y la drogadicción, combinación que resulta no muy agradable. Para estas personas el trabajo es su centro de vida, al margen de la familia, vida social, descanso, de su entorno, para constituirlo en su refugio, al extremo de llevar a casa esos trabajos como hábito constante, a fin de terminarlos allí, en pro de lograr el éxito.
Para el trabajólico no hay reposo, sosiego. Su labor es trabajar, trabajar y trabajar, en contrapartida a lo que el Dios todopoderoso, un Dios con toda su fuerza, con toda la fortaleza, descansó. El libro del Génesis 2:2, cita: “Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda obra que hizo”. Este descanso no es similar al nuestro, quiere decir que se abstuvo de continuar creando por haber culminado la obra que inició. Reposó no en el sentido que se cansó, sino como satisfacción de su obra, de su creación. El séptimo día ordenado por Dios creado para bienestar del ser humano, lo bendijo y lo santificó
Por tanto, la fórmula: A mayor trabajo mejores resultados, no siempre funciona así. Reconocemos que en ocasiones trabajamos al margen de todo límite, otras, para culminar la obra y no dejar pendiente al siguiente día, o finalizar pronto con afectación a la salud, a la paz, a la armonía hogareña.
La preocupación del adicto al trabajo radica en olvidarse de lo principal: del Señor Jesucristo. Descuidamos u olvidamos repentinamente que Él es nuestra Fortaleza, que está con nosotros, no nos desampara ni abandona, nos da de sus fuerzas, de su vitalidad, porque en las nuestras no podemos ejecutar esos desmedidos trabajos, o si las realizamos lo hacemos hasta el cansancio, al agotamiento. En esa línea podemos inclinarnos a la “adicción al trabajo”, “trabajólicos”. (Sobre fortaleza consultar: Éxodo 15:2; 2 Samuel 22:2-3; Salmo 18:1-2; 22.19; 27:1; 28: 7-8; Isaías 12:2; 26:4; 46:1; Jeremías 16:19; Joel 3:16; Nehemías 1:7; Habacuc 3:19; Apocalipsis 5:12; 7:12)
Enseñanzas:
- El Registro Sagrado, Capítulo 31, versículo 41-42 del Génesis, relata la huida de Jacob de Labán, quien le persiguió por siete días hasta alcanzarlo en el monte de Galaad. Le recrimina: “Así he estado veinte años en tu casa; catorce años te serví por tus dos hijas, y seis años por tu ganado, y has cambiado mi salario diez veces. Si el Dios de mi padre, Dios de Abraham y temor de Isaac, no estuviera conmigo, de cierto me enviarías ahora con las manos vacías; pero Dios vio mi aflicción y el trabajo de mis manos, y te reprendió anoche”.
- Ha menester aclarar la expresión “el temor de Isaac”. Algunos traductores bíblicos miran como un antiguo nombre de Jehová; significa que Jehová es Dios que inspiró temor a Isaac como en Isaías 8:13: “A Jehová de los ejércitos, a él santificad, sea el vuestro temor, y él sea vuestro miedo”
- En verdad, lo que el Señor contempla en nuestra labor es, precisamente, el trabajo ponderado de las manos siempre que estemos con Él o junto a Él. De no ser así, caeremos en el excesivo trabajo que raya en adicción. Por consiguiente, permanentemente debemos crear dependencia de este maravilloso Dios mas no de nuestro trabajo, al menos cuando este rompe los lindes del equilibrio sano.
- No a más trabajo obtendremos mejores resultados, es una gran verdad. En la porción citada, Jacob tuvo el hábito de realizar sus labores más allá de lo que se esperaba de él. Al ser atacados sus rebaños, cargaba consigo todas las pérdidas en lugar de dividirlas con Labán. Trabajo y más trabajo, duro, arduo aun después de padecer recortes en su salario por diez veces.
- Desde la perspectiva divina, la diligencia que imprimamos al trabajo es diferente, por lo que no debemos confundir exceso con presteza o esmero. En Jacob aquello le produjo óptimos resultados por cuanto sus rebaños comenzaron a multiplicarse siempre enfilado a agradar a Dios, ajeno al reconocimiento, a la reputación; si a adquirir mayor conocimiento y nuevas experiencias con una sostenida madurez espiritual como consta en el capítulo mencionado.
- Job en el Capítulo 7: 2, menciona: “Como el siervo suspira por la sombra, Y como el jornalero espera el reposo de su trabajo”. Es la postura que conviene a todos quienes en una u otra manera ejecutamos uno o varios trabajos. Reposar, descansar de él o ellos.
- Hay que descansar del trabajo, especialmente del extenuante, del que desborda los límites permitidos. Dar alivio al cuerpo perecedero, porque éste se desgasta paulatina o aceleradamente, según el empleo expuesto.
