Nuestro Creador divino nos formó a Su imagen y semejanza según Génesis 1:26-27. Parte del cuerpo humano, son las manos de cada uno de nosotros. Ellas están unidas al antebrazo y comprenden desde las muñecas hasta los extremos de los dedos.
Como parte integrante del cuerpo nos permiten ejecutar múltiples tareas o actividades diarias, y que, sin estas, tendríamos serias complicaciones en diferentes tareas a emprender, desde colocar una almohada para reposar, llevar un alimento a la boca, vestirnos, sujetar objetos o artículos. En fin.
Hay manos muy ocupadas con tantas cosas inútiles y estériles que están allí, unas importantes, otras menos, acaso sin valor alguno.
En la cotidianidad, las más de las veces, sostenemos artículos intrascendentes, como fundas con basura, materiales de limpieza sin usar, llaves de casa que ya no sirven. Y así, armaríamos una lista larga.
Los hijos de Dios, debemos mantener nuestras manos limpias, santas, sin cargas o cosas inútiles, dispuestas a elevarlas a ese amoroso Señor y Creador como aconsejó Pablo a Timoteo: “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda” (1 Timoteo 2:8-9).
Un consejo sabio y celestial, es mirar siempre nuestras manos tendientes a conocer que es lo que en ellas portamos; si están limpias o no; que sostenemos, que sujetamos, que empuñamos, que transportamos. Pero esa mirada debe ser muy atenta, no al apuro, a fin de contemplar con mirada espiritual que tenemos en ellas, que es lo que hay, así como los chiquitines no desean que sus padres abran sus manitas por cuanto empuñan fuertemente algo que no quiere que los familiares o allegados se enteren, aunque sus ascendientes amorosa y delicadamente se acercan a observar que sujetan, pues, es posible que algún objeto le cause daño. El padre o la madre acuden las abre y retira. El pequeñín irrumpe en llanto; sin embargo, sus padres saben que es necesario retirar aquello que aparentemente es valioso para el pequeño, aunque dañino o perjudicial que a la muerte puede llevarle.
Nuestro amoroso Padre de los cielos nos invita a mirar que cosas tenemos en nuestras manos. Si estas son provechosas o dañinas en el transitar diario de la vida junto al Señor Jesús.
Por tanto, debemos mirar lo que hay en nuestras manos:
- Las hermosas y certeras indicaciones del Señor.
- Su palabra. ¿Está?
- La unción.
- La fe.
- El amor
- La esperanza en Él.
- Todos los materiales que el Dios viviente anhela que tengamos en nuestras manos.
Al referirnos a los materiales, los vinculamos a varios de ellos, indispensables para edificar una vida espiritual junto al Señor. V.gr.: orar, estudiar las Sagradas Escrituras, ayunar, diezmar, alabar, adorar, agradar al Dios sempiterno, agradecer, bendecir. Oh, Señor, son tantas y tantas esas cosas celestiales que Él anhela que empuñemos en nuestras manos.
Enseñanzas:
- Usted, amado lector (a) extraerá de esta breve enseñanza las más adecuadas y aplicadas a su vivir diario; o en su defecto, retirará las que resulten dañinas y nocivas.
- Dejo en su sabiduría y discernimiento espirituales lo más provechoso para una vida espiritual beneficiosa.