El Señor Jesús llamó a seguidores, a colaboradores, a servidores; el Padre los escogió, el Maestro los llamó y el Santo Espíritu los preparó y envió. Al hablar del Iscariote, a sabiendas de la traición que con un beso -símbolo de su vileza- provocaría el arresto del Señor por el ejército del Sanedrín, quien se hallaba con sus discípulos en el huerto o monte de los Olivos o Getsemaní, sometido a maltrato y a recorrer varias instancias en el debate sobre su enjuiciamiento, surgen varias interrogantes: ¿Acaso el Padre se equivocó al escoger a Judas como discípulo de su Hijo? ¿Se equivocó con Pedro? ¿Acaso el Padre se equivocó al llamara a cada uno por su nombre? La respuesta: Todos fueron parte de un propósito que fue cumplido, incluido Judas.
Judas Iscariote, éste, derivado del hebrero “ish queriyot” u hombre de Queriot, distinto al otro discípulo de igual nombre por la referencia a su origen (Josué 15:25). Hijo de Simón Iscariote (Juan 6:71), nombrado siempre al último en la lista de los apóstoles (Marcos 3:16-19), con el calificativo de “el que entregó -a Jesús-”, “que llegó a ser traidor” (Lucas 6:16; cf. Juan 18:2,5), uno de los doce (Marcos 14:10-20; Juan 6:71; 12:4), y tesorero del grupo, tal vez por su capacidad administrativa (Juan 12:6).
Juan revela que Jesús distinguía a Judas de los demás discípulos, usualmente víctimas de innúmeras equivocaciones, aunque su amor jamás se cuestionó; en tanto, con Judas, el Señor comenta: “¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo? (Juan 6:70 s.).
Decidida la muerte de Jesús por el sanedrín y prenderle secretamente ante el temor a la multitud, debía valerse de alguien cercano a Él por la costumbre que tenía de retirarse a ese monte a orar (Marcos 14: 1 s.; Lucas 22:2; Juan 12:10 s., 17 ss.), proveyó a Judas el escenario para acudir a los principales sacerdotes y plantear una oferta no rechazable (Marcos 14:10 s.). En la cena, el Señor predice tres veces el hecho, pero la entrega del “pan mojado” que lo hace al Iscariote -señal de distinción especial, entendida por Juan, posiblemente por Pedro-, apela a la conciencia del felón o canalla (Mateo 26:21-25; Marcos 14: 18-21; Juan 13:21-30), ante la falta de entendimiento, aconseja rapidez en la ejecución del plan malvado (Juan 13:27). Judas acude al huerto de Getsemaní y besa a Jesús (Marcos 14:3 ss.; Juan 18:2-9). La traición es consumada.
Esta persona presa del remordimiento culmina su vida suicidándose por ahorcamiento (Mateo 27:3-10), previamente, arrepentido devolvió las treinta piezas de plata (cp. Zacarías 11:12) a los sacerdotes, sin embargo, estos se lavaron las manos del asunto y determinaron emplear “el precio de sangre” al comprar el campo del alfarero para sepultar allí a los extranjeros. Hechos 1:18 s, atribuye la compra del campo a Judas y su nombre Acéldama (campo de sangre) al acontecimiento de que Judas cayó allí y se reventó.
Jesús tenía todas las razones para desesperarse, preocuparse o angustiarse por lo que sus discípulos harían o dejarían de hacer, hombres imperfectos, sujetos a pasiones, empero, el Padre los escogió amorosamente.
A Judas le miró, le habló con amor y misericordia, sabedor aun de lo que él haría contra su vida. No le condenó, no le juzgó, tampoco lo marginó. Le habló calmada y dulcemente.
Enseñanzas:
- Inentendible la personalidad verdadera de Judas, ¿qué lo motivó para llevarle a su fin y horrendos destinos? ¿estaba predeterminado para ejercer el papel de traidor que, a pesar de ello, Jesús lo llamó? ¿el Señor anticipadamente conocía su carácter que lo llamó “hijo de perdición” (Juan 17:12)? ¿fue desmesurado su amor por el dinero? ¿tuvo marcados celos por los condiscípulos? ¿acaso sintió miedo por el resultado certero e inevitable del ministerio del Maestro que lo ubicó como actor y testigo y salvar su piel? ¿afloró en él su espíritu amargado y vengativo al desintegrarse sus esperanzas terrenales, desencanto que desembocó en despecho y odio?
- El Padre viviente eligió a Judas Iscariote de entre los otros discípulos, el Hijo aceptó en obediencia, los llamó (Mateo 4:19, 21), mientras andaba Jesús junto al Mar de Galilea, vio a dos hermanos: Simón -Pedro- y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar, porque eran pescadores “Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres”. “Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan, su hermano en la barca…Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre le siguieron”. Los dos primeros también dejaron al instante las redes, le siguieron.
- El llamamiento del Señor Jesús fue puro y sincero. En los inicios, consideró a Judas Iscariote seguidor potencial y discípulo. No cabe ninguna presuposición que haría justicia al carácter del Maestro y a sus reiterados llamamientos a Judas. Tampoco el preconocimiento suyo con respecto al personaje que estudiamos conlleva preordenación forzosa que lleve a Judas a convertirse inevitablemente en traidor. Éste jamás ostentó la calidad de verdadero seguidor de Cristo. Nunca tuvo una relación genuina con Aquél. Cayó del apostolado y continuó como “el hijo de perdición”. Perdido sí, porque nunca había sido “salvado”.
- Un dato muy distintivo, Judas jamás llamó a Jesús “Señor”, si “Maestro” (Mateo 26:25). La Biblia apunta a los verdaderos seguidores de Jesús que no abandonan su compañía, aunque no compartan su espíritu, también es advertencia para los que no lo son, los no comprometidos (Leer Romanos 8;9); dejan el relato del evangelio como “sentenciado y condenado” porque así lo quiso, y Dios los confirmó en esa horrenda elección. Siguió al Rabí al parecer por las ventajas materiales que alcanzaría gracias al establecimiento del Reino mesiánico.
- Jesús, sin proporcionar nombres aludió frecuentemente a la futura traición de uno de los doce (Juan 6:70). A María de Betania quien quebró el frasco de alabastro y ungió con perfume de gran precio demostrativo del afecto por el Señor la criticó fuertemente por lo que consideró “desperdicio”. Habló en su nombre y de los otros discípulos, tampoco era genuina su preocupación por los pobres lo que motivó su intervención sino apropiarse del dinero por la eventual venta del perfume y disponer de él en la bolsa (Juan 12:5-6). Fue reprendido públicamente, aunque suavemente. Esto hirió su amor propio para dirigirse a los principales sacerdotes.
- En la cena el Señor mencionó la traición de uno de los doce. El diablo había plantado en el corazón de Judas el designio criminal (Juan 13:2). Cada discípulo comenzó a preguntarle “¿Soy yo, Maestro?”. Respondió enigmáticamente que el felón pondría la mano con Él en el plato (Mateo 26:23; Marcos 14:20) y que era a él a quien daría el bocado escogido (Juan 13:26), pues se trataba de uno de los escogidos con el que compartía su pan (v. 18; cf. Salmo 41:10), plato común proveniente de la costumbre oriental de mojar el bocado, trozo de pan que tenía en su mano y entregó al desleal (v. 27) que le preguntó: “¿Soy yo, Maestro?”, cuya respuesta fue: “Tú lo has dicho” (Mateo 26:21-25). Seguidamente agregó: “Lo que vas a hacer, hazlo prontamente”. El traicionero apresuradamente se reunió con los otros viles. (Juan 13:30).
- Al día siguiente al de la traición, el ánimo y proceder del infame cambió al reparar de la monstruosidad de su crimen al acudir a los principales sacerdotes para decirles: “He pecado entregando sangre inocente”, pretendiendo devolver el dinero de sangre y muerte. Ellos respondieron “¿Que nos importa a nosotros?” ante cuya respuesta arrojó las piezas de plata en el Templo y se fue para ahorcarse (Mateo 27:3-5). Pedro el apóstol en Hechos 1:20, cita los pasajes proféticos de los Salmos 69:25 y 109:8. Judas cumplió con lo escrito del malvado que daba mal por bien, traición a cambio de amor. La misericordia divina jamás le fue rehusada. Nunca la pidió.
