La hora novena ha llegado

En verdad, el Señor Jesucristo sigue al mando de todo, domina todo, ejerce el control total de los días, de los tiempos, Él gobierna universalmente lo que ocurre en este planeta, lo que sucede con nuestros días y sus límites, quien está entre nosotros, quien marca los tiempos, las eras, las edades. Nada escapa a su atenta mirada, lo sabe todo, lo examina todo, lo escudriña todo, aun lo que a nuestros ojos o vista parece escondido. Es todopoderoso. (Salmo 103:19; Cp. 11:4; 47:2).

Dominar del hebreo “radá”, raíz primaria, pisotear, subyugar, especialmente destrozar, señorear, tomar, cargo, consumir, dominar, mandar (Strong # 7287).

La palabra “noveno” proviene del latín “novenus”, cuyo significado es “que sigue a la octavo”, con componentes léxicos, “novem (nueve), más el sufijo eno (pertenencia). Ocupa en una serie el lugar número nueve en que se divide un todo, el puesto siguiente al octavo en fila ordenada. Ordinal del nueve el nono. 

En la Biblia los números han de entenderse literalmente a no ser que existan razones solventes para pensar en números aproximados o de uso simbólico. El empleo de métodos rudimentarios de representar cantidades en los idiomas bíblicos ha permitido variantes y dudas, al parecer demasiado grandes con simbología muy marcada. 

El nueve se asocia con la sabiduría y la búsqueda del bien para todos, aunque se dice que este número tiene pequeños rasgos de otros números que le convierte en el más completo. Es considerado el número de Dios y tiene relación con los hechos y cambios humanos, aun se señala que los ciclos humanos se miden en nueve años, cada nueve años se renueva y se cierra un ciclo anterior.

Se añade que este número es la prueba de amor a los demás sin distinción de raza o sexo cuyos poseedores se les anota como elegidos para misiones de paz con la humanidad, o tienen proyectos de vida muy importantes alejados de los típicos deseos de la mayoría de los seres, comprende una visión amplia del ser humano que desemboca con la misión y relación con Dios.

En su significado espiritual indica una personalidad especial, personas muy humanas que buscan el bienestar de los otros.

Este número -nueve- es citado en las sagradas Escrituras 49 veces, y es el cuadrado de 3 (3 x 3), expresa “finalidad” en los asuntos divinos. En la gematría (método interpretativo de nombres, palabras y frases hebreas basada en la asignación de valor numérico a cada carácter del alfabeto hebreo) de la palabra “amén” o el “verdaderamente” de nuestro Señor es el 9. Nos recuerda que este número continuará como símbolo reforzado de la perfección divina (3 x 3 = 9). 

El “siete”, anterior al “ocho”, por la relación con el nueve, es número completo, como en los días de la creación y del trabajo normal antes del sábado. Principio espiritual de entrar en el reposo de Dios al descansar de nuestras obras y esperar cobijarse con su bendición e ingresar en la superabundancia que nos posibilita comer de lo que tenemos en el depósito hasta el noveno año. Significa, además, que fuimos llevados del antiguo “yo” al desatarnos de nuestras propias obras. 

El “ocho” es el resultante del siete más uno e indica el coronamiento de una obra completa; por ejemplo, las ocho personas salvadas del diluvio, el día de la circuncisión, la señal del pacto (1 Pedro 3:20; Génesis 7:12, cp. Ezequiel 43:27). Este último número permite que la vida resucitada o resurrecta ingrese y habite en nosotros y nos gobierne.

El nueve es la suma de perfección en el fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22-23), posterior al ocho que representa el nuevo nacimiento o dones del Espíritu Santo (1 Co. 12:8-10). Noveno (a) proviene del número nueve.

Enseñanzas: 

  • Nueve meses de espera en el vientre materno para el nacimiento de un nuevo ser. Estado de gestación o embarazo, término utilizado para describir el periodo en el cual un feto se desarrolla en el vientre o útero de una mujer. Obra prodigiosa, sublime y hermosa gestada por el Creador celestial, quien puso término a esta bella etapa. Significa finalizar algo o completar algo.
  • Nueve dones del espíritu Santo: sabiduría, palabra de ciencia, fe, sanidades, hacer milagros, profecía, discernimiento de espíritus, diversos géneros de lenguas, e interpretación de lenguas. (1 Corintios 12:8-10), llamados también dones espirituales concedidos por cada miembro de la Deidad. Saber los dones otorgados por el Padre, por el Hijo, y estos nueve, dispensados por el Espíritu de Dios a través de la Iglesia.
  • Nueve el fruto del Espíritu Santo: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. (Gálatas 5:22-23), virtudes caracterizadas como fruto que contrastan con las “obras”. Solo el Espíritu Santo puede producir mas no los esfuerzos humanos, fruto único e indivisible. Al controlar completamente la vida del creyente esta Persona celestial y maravillosa gesta tal resultado. Las tres primeras conciernen a nuestra actitud hacia Dios, la segunda triada se asocia con nuestras relaciones sociales, y el grupo tercero describe los principios guiadores de la conducta cristiana.
  • Nueve son las Bienaventuranzas pronunciadas por el Señor Jesucristo en el monte en que bosqueja los atributos primarios de la gente que recibe el Reino (Mateo 5:3-11). Nueve referencias directas al “reino” asoman en este sermón, y son: humildad (v. 3), voluntad para padecer persecución (v. 10), atención sincera a los mandamientos de Dios (v. 19), rechazo a sustituir falsa piedad por comportamiento auténticamente correcto (v. 20), vida de oración (6:10, 13), prioridad de los valores espirituales por sobre los valores materiales (6:20,33) y, reconocimiento absoluto al señorío de Cristo al obedecer la voluntad revelada de Dios (7:21).
  • Bienaventurados, del griego makários; Strong # 3107, de la raíz mákar, indicativo de algo grande o de larga duración. Se trata de un adjetivo que denota felicidad, alguien muy bendecido, digno de ser congratulado. Es palabra de gracia que expresa regocijo y satisfacción especial otorgada amorosa y graciosamente por el Señor Jesús a la persona que vive la salvación. Cada bienaventuranza incluye una bendición en beneficio de quienes se consideran bendecidos, además de lo explicativo de cada favor de Dios.
  • La ahora novena muerte del Señor Jesús. “Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz… (Mateo 27:45-46). La “hora novena” refleja el método judío de designación de las horas del día. El Señor había sido colgado en la cruz a la hora tercera (nueve de la mañana). Según el Evangelio de Juan 19:14, Pilato decidió crucificarlo a la hora sexta, posiblemente la hora romana o seis de la mañana.
  • Se produjo un eclipse de sol, hecho realmente portentoso y milagroso que sucedió en luna llena físicamente imposible de originar dicho fenómeno astronómico con duración de tres horas, desde las seis de la mañana (mediodía, 12:00. Amós 8:9) hasta la hora novena (15:00 o 3 de la tarde) en que se sumió toda la tierra en tinieblas. En esas tres horas de agonía y duración de las tinieblas no se registra bíblicamente que Jesús haya pronunciado alguna palabra en la soledad envolvente y pavorosa. Pudo hacerlo luego de emerger de las sombras cual grito angustiante: “Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu” (v. 50).
  • Clamó a gran voz el agonizante Señor: “Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? (Salmo 22:1). Cerca de la hora novena, precisamente en que en el templo se hacía la oración principal de cada día (Hechos 3:1), y en la penumbra, en la abrazadora oscuridad que siguió a la gran crisis pudo el Señor amoroso gritar al Padre ante el abandono.  Otros textos en relación con esta porción dicen: “Dios mío, Dios mío, ¿a qué me has desamparado?”, original auténtico, en lugar de ¿por qué?
  • Jesús el Señor no se rebela por el hecho en sí del abandono, interroga en lo concerniente al motivo del desamparo de su Padre, pues, siempre tuvo palabras hacia el Hijo amado “en quien tengo complacencia” (Mateo 17:5); “y pongo mi vida por las ovejas. Por eso me ama el Padre” (Juan 10:15, 17).