La ira de JEHOVÁ está sobre la creación por tanto pecado, por tanta rebeldía…

He oído innumerables expresiones alusivas a la ira. Los ciudadanos, dicen: “La naturaleza muestra su ira” ante eventos como huracanes, tornados, temblores y otros más; respecto a las personas: “Este señor está preso de la ira”; también se habla de “la ira divina” o “la ira de Dios”, sin conocer o entender plenamente su real significado, posiblemente se repite por tradición, costumbre o por haber escuchado a otros individuos.  

La ira es definida como sentimiento de enfado muy grande y violento. Podemos sentir ira, tensión, agitación, rabia como manifestación a través del sistema nervioso y hormonal; empero, no solo se vincula con los humanos, los animales también sienten ira. Por ejemplo, un toro de lidia se halla en la plaza para su faena y, ante los puyazos, las banderillas, a más del dolor tiene ira, enojo, enfado que lo expresa con furia al arremeter contra el torero, el rejoneador o la barrera.

Esta palabra viene del latín “ira”, como cólera, enojo, u otras similares, como airar, iracundo y airado. Reacción emocional frente a resultados que percibe le son negativos a sus intereses susceptibles de evitarse si hubiese obrado en forma diferente. Esa persona presa de la ira puede conservarla por años ante hechos desdichados como violencia familiar, abusos, traumas que sintetizan un historial de maltrato o humillación, estrés postraumático, vivencias de violencia y agresión parenteral o no, como abuso sexual por los cercanos.

La víctima de ira puede suprimirla al dejar de exponerla, o reducirla a insulto, también “explotar” de ira con gritos, injurias, agresiones físicas y de otro orden al adjetivar al prójimo de mala manera. La ira es emoción muy compleja que todos vivenciamos, presente en acciones nuestras y emerge por variadas consecuencias en distintos ámbitos del diario vivir: familia, trabajo, vecindad, tiendas, almacenes, campos deportivos.

El pecado de la ira asoma como respuesta irracional, inmadura o incivilizada proveniente de frustración, malestar, impotencia o injusticia que considera lesiva. Genera cambios físicos que afectan la salud, tales como respiración agitada, acelerada, adrenalina, aumento del ritmo cardiaco, presión alta. En fin. 

Bíblicamente, la ira o enojo es determinada reacción que comienza con el desagrado, usualmente provocado por injurias o restricciones reales o imaginarias, expuestas frecuentemente con actos agresivos, condenados por las Escrituras. Así: La ira motivada por la envidia conduce regularmente al homicidio (Génesis 4:5), al agravio (Génesis 27:44 s.) o a la venganza (Génesis 49:55 ss; cp. 34:7-26). Jesús la equiparó con un crimen explícito (Mateo 5:22), injusticia (Proverbios 14:17; 29:22; cp. Santiago 1:19 s.). Pablo la considera incompatible con el amor (1 Corintios 13:5), mal que debe evitárselo por los cercanos a Dios (Efesios 4:31; Colosenses 3:8; 1 Timoteo 2:8; Tito 1:7).

Al tenor de lo señalado en Efesios 4:26, “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo”, existen iras humanas no pecaminosas llamadas “iras santas” que, concretamente, expresan la reacción de Dios contra la rebelión humana; sin embargo, algunos compasivos reciben alabanza motivados por el celo (Éxodo 16.20; Levítico 10:16; Números 25:11; 31:14), frente a los ídolos (Hechos 17:16) y frente al pecado (2 Reyes 1:10-12), se llenaron “de la ira de Yahveh” (Jeremías 6:11) y anunciaban imperfectamente la ira de Jesús (Marcos 3:5; cp. Mateo 23:1-36; Marcos 11:15-19).

Enseñanzas:

  • La ira es la actitud permanente del Dios santo y justo al enfrentarse al pecado y al mal denominado su “ira”. Cualidad personal sin la cual dejaría de ser plenamente justo, y su amor degeneraría en sentimentalismo. Ambos, ira y amor deben ser descritos en lenguaje humano entendible, por lo que no es caprichosa, antojadiza o espasmódica como lo es siempre el enojo humano. Elemento permanente y consecuente de su divina naturaleza como lo es su amor.
  • El pecado, la rebelión, la rebeldía, la desobediencia contra Dios por los hombres, sin excusa alguna, provocan la ira divina en los individuos y en las naciones (Romanos 1:18-32). El Antiguo Testamento ilustra esas manifestaciones humanas, como la destrucción de Sodoma y Gomorra y la caída de Nínive (Deuteronomio 29:23; Nahúm 1:2-6) hasta el “día de la ira” final anticipada en toda la Biblia, graficada en Apocalipsis, la ira de Dios siempre suavizada por la misericordia, esencialmente con el pueblo elegido (Oseas 11:8 ss). Ahora, si el pecador se aprovecha de esta misericordia, amontona ira sobre sí mismo “para el día de la ira” en que se revelará el justo juicio de Dios (Romanos 2:5).
  • El deterioro moral del pueblo de Israel no pudo detenérselo por la reacción errada ante la paciencia de Dios que, vez tras vez, se abstuvo de castigarlos por ser merecedores a su ira. Se abusó de las “riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad”, si reparar que esta actitud divina tenía como objetivo llevarlos al arrepentimiento (Romanos 2:4).
  • El pecado, la rebelión, el desacato a sus leyes santas por los hombres contra Dios es persistente, reiterativo que confluyen inexorablemente a su ira (Efesios 2:3), y en “vasos de ira preparados para destrucción” (Romanos 9:22) que la ley mosaica tampoco los liberó de tal situación, y en términos del apóstol en Romanos 4:15, “la ley produce ira”, pues ésta exige la obediencia perfecta a sus mandamientos. Las penas impuestas por la desobediencia tornan al ofensor en más vulnerable a la ira divina.
  • La misericordia de Dios en el evangelio como provisión para los pecadores invalida considerarlos objeto de dicha ira para constituirse en receptores de la gracia bajo el cobijo de la vida y la muerte del Señor Jesús al expresar el amor de Dios con aquellos, tema dominante en el Nuevo Testamento, amor que se manifiesta en que Él experimentó por cuenta del hombre y en su lugar la miseria, las aflicciones, el castigo y la muerte correspondiente a los pecadores sometidos a la ira de Dios.
  • Es Jesús quien “nos libra de la ira venidera” (1 Tesalonicenses 1:10). En términos paulinos, “pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira” (Romanos 5:9), ira que pende sobre todos los que intentan frustrar el propósito redentor de Dios, son desobedientes a su Hijo, por medio del quien se posibilita la justificación.
  • La ira al apropiarse del hombre generalmente se manifiesta por su naturaleza pecaminosa que irrumpe en cólera, patentizando la desaprobación de Dios hacia ella y sus efectos. “La ira del hombre no obra la justifica de Dios” (Santiago 1:20), y las Escrituras insisten reiteradamente contra este estado de ánimo (Salmo 37:8; Proverbios 12:16; 15:1; 19:19; 26:17; 27:4; 29:11; 2 Corintios 12:20; Gálatas 5:20; Efesios 4:31; Colosenses 3:8; 1 Timoteo 2:8).
  • La ira, en el hombre, es pecaminosa en cuanto es fruto de su naturaleza caída, de su egoísmo. Por ella puede perder el dominio propio que Dios detesta. El creyente es exhortado a ser sobrio (1 Tesalonicenses 5:6; Tito 1:8; 2:2, 12; 1 Pedro 1:13; 4:7; 5:8), y trae consigo moderación en su manera de actuar, dominio de sus emociones para gloria de Dios.
  • La ira de Dios, al ser santo y justo la expresión de su ira es asimismo propia y justa, no obstante, las Escrituras afirman que Él es “tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad” (Éxodo 34:6; cf. Números 14:18; Nehemías 9:17; Salmo 86:15; 1103:8; 145:8; Nahúm 1:3; cp. Romanos 9:22). La manifestación de su ira, como aspecto central se halla en Romanos 1:18; “se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad”.
  • El pueblo de Israel le provocó ira con sus múltiples infidelidades, injusticias, rapiñas, maldades, pecado y rebeliones, panorama actual que es calco de lo acaecido en tiempos pretéritos. Los profetas anunciaron el día de la ira al venir Dios a establecer su reino (Isaías 13:9 ss.) mediante juicios abrumadores que los moradores de la tierra aprenderían justicia (26:9), pero, al no haber querido recibir el amor de Dios serán objeto de su ira (Romanos 2:2-11). Apocalipsis en 6:16, se refiere a la “ira del Cordero”, en que de por finalizada su paciencia ante un mundo hostil y de rechazo a su Cristo, burlándose de sus llamamientos de amor al arrepentimiento (Apocalipsis 6:17; 15:1; 16: 1 ss. 19:15).